“YO
SI PUEDO”
Su
apariencia de señora cansada no es impedimento para lograr su
propósito de declarar territorio libre de analfabetismo a los
diferentes barrios de nuestra ciudad, para así lograr “una
Avellaneda libre de analfabetismo”.
No
fue fácil implementar el Programa de Alfabetización “Yo Si Puedo”
en la localidad, que apunta a que nuestros iletrados dejen de ser
esclavos del silencio y se conviertan en seres libres de construir su
propio destino, sólo por ellos Mariana Pellegrino jamás bajó los
brazos.
Todo
comenzó cuando ella era solo una niña, y su madre alfabetizadora le
brindaba clases en su humilde hogar a un señor mayor, que no había
tenido la posibilidad de aprender a leer y a escribir.
En
una charla amena en La Casa de la Cultura, ubicada en la calle San
Martin al 797, confiesa que en ese entonces, le pregunta a su madre:
“¿Cómo puede ser que él, tan grande, no sepa leer ni escribir y
yo sí?”. Dejando una marca en aquella niña, de cabellos dorados y
ojos celestes, que jamás pudo borrar.
Pasa
el tiempo, pasa la vida y Mariana comenzó a trabajar en el área de
Derechos Humanos del Municipio. A partir de ahí conoce a un señor
analfabeto y decide comenzar a enseñarle en su casa. A la sombra de
un árbol, que luego apodo con el nombre “La Casita del Árbol”.
A
partir de esta situación, el asesor nacional cubano la invita a
viajar a Cuba para hacer una ponencia de su trabajo, en el encuentro
Internacional de Pedagogía Paulo Freire, quien fuera uno de los más
influyentes teóricos de la educación del siglo XX.
El
pensamiento pedagógico de Freire fue la alfabetización crítica,
también conocida como alfabetización liberadora o concientizadora,
así como su propuesta para los adultos que inspiraría los
principales programas de alfabetización en Brasil a comienzos de los
años 60.
Paulo
Freire nació el 19 de Septiembre de 1921 en Recife, Pernambuco,
Brasil. Y termino sus días en su país natal, en la ciudad de Sao
Paulo, el 2 de Mayo de 1997, a la edad de 75 años. En sus últimos
años de vida, su apariencia era la de un anciano enternecedor, de
pelo blanco, barba tupida y ojos profundos, que se escondían detrás
de sus característicos lentes.
En
el año 1978, Paulo Freire realizó una declaración contundente al
diario El País: “La educación es siempre un quehacer político”,
con el afán de concientizar sobre la importancia que posee la
educación. Además aseguro: “la revolución es en sí un acto
pedagógico”.
Para
Mariana viajar a Cuba fue una experiencia muy enriquecedora, ya que
le permitió comenzar a entender cómo es un pueblo después de una
revolución.
Los antecedentes del
método "Yo, sí puedo" están en el trabajo desarrollado
por Leonela Relys junto a otros educadores cubanos, que realizaron
una campaña de alfabetización por radio en Haití, en el año 1999.
“Haití es un pueblo sumamente humilde, donde tuvimos nuestros
primeros resultados", declaró Leonela.
"Yo, sí puedo"
nació el 28 de Marzo del 2001, cuando el gobierno de Cuba le
encomienda a Leonela la labor de crear una cartilla de alfabetización
de no más de cinco páginas que combinara las letras y los números.
No tardó más de un mes en realizar el encargo y en empezar a
preparar la estrategia televisiva. Para el año 2002, ya se ultimaban
las cartillas y los guiones de las clases televisadas. Luego en mayo
de ese año se comenzaron a grabar las clases que estaban concebidas
con un carácter internacionalista, en especial, latinoamericanista,
y preparado para ser adaptado a diferentes realidades sociales y
lenguas.
Durante su paso en
Cuba, Mariana tuvo la posibilidad de cruzarse justamente con unos de
los primeros facilitadores de la campaña de alfabetización en el
año 2001, cuando Fidel Castro ordenó que en un año todo el que
supiera leer y escribir saliera a las calles a alfabetizar.
Después de este
episodio, Mariana asegura haber estado en la Facultad de Pedagogía:
“cuando vos entras hay una frase de José Martí que dice “al
venir a la tierra, todo hombre tiene derecho a que se le eduque, y
después en pago, contribuir a la educación de los demás”.
José Martí nació
en La Habana, el 28 de enero de 1853. Fue un político, republicano,
democrático, pensador, escritor, periodista, filósofo y poeta de
origen español, creador del Partido Revolucionario Cubano y
organizador de la Guerra del 95 o también conocida como Guerra
Necesaria. Unas de sus frases célebres es: “saber leer es saber
andar, saber escribir es saber ascender”. Falleció el 19 de mayo
de 1895 en la zona de Dos Ríos.
Eso fue, lo que
llevó a Mariana, a tomar la determinación de lo que debía hacer a
su vuelta. “La razón que me impulsó fue que es una inclusión
real, le estamos dando a todos el mismo piso. La gente que no sabe
leer y escribir está por debajo de ese suelo, independientemente de
la clase social a la que nos estemos refiriendo y más allá de la
pobreza”, declara.
Así fue como a su
regreso visitó al intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi,
presentándole el programa y contándole detalladamente su paso por
Cuba. Basándose en que Avellaneda cuenta con una población de
342677 habitantes, de los cuales el 1,2% son analfabetos, y este no
es un número menor.
El 27 de Julio del
2012, se firmó el convenio entre la Municipalidad y la Fundación
UMMEP, siglas que significan “Un Mundo Mejor Es Posible”, para
trabajar en la ciudad con el Programa de Alfabetización “Yo, Si
Puedo”.
A diferencia de
otros, este programa cuenta con una particularidad que Mariana me
termina declarando: “el programa no los espera, los tiene que ir a
buscar, eso es lo que hacemos, los vamos a buscar puerta por puerta”.
Los primeros 20
alumnos se graduaron el día 7 de Junio del 2013, a las 18:30 en el
salón municipal de actos Eva Perón, ubicado en Avenida Güemes 835
1° piso. Contó con la presencia del intendente Jorge Ferraresi, el
coordinador cubano Raúl Troya, y la responsable del programa en
Avellaneda, Mariana Pellegrino.
En la entrega de
diplomas y medallas, Ferraresi apuntó a que la “alfabetización es
un derecho humano, es el primer escalón para el aprendizaje. Sin
embargo, la persistencia del analfabetismo expresa una de las mayores
deudas que la sociedad afronta”. Y finalizó: “este es sólo el
comienzo, ahora hay que seguir y no olvidar que nosotros como Estado
solo estamos devolviendo esos derechos que alguna vez les fueron
quitados. Aférrense a ello, para que nunca más se los quiten”.
Mariana, por su
parte, se mostró visiblemente emocionada no solo por el orgullo de
los primeros alumnos graduados, sino también por las primeras
facilitadoras, que en forma voluntaria dejan sus tareas a fin de
realizar un bien común. Enseñarle a leer y escribir a aquellos
ciudadanos excluidos de la sociedad.
Alba Manon Rodríguez
Pereira de 52 años, cabello rojizo, abultado, uñas largas del color
de la sangre, perfume suave y sonrisa dulce, no es la excepción.
Hace un año que colabora como facilitadora en La Casa de la Cultura
de Avellaneda. La clase comienza a las 18:00, pero 17:30 ella se hace
presente, después de un viaje desde Almagro donde vive y trabaja
como encargada de un edificio.
En una charla
relajada y privada, en el salón donde se dictan las clases, paredes
blancas, sillas azules y ventas cerradas, confiesa que se desempeña
como facilitadora porque le gusta enseñar y ayudar al otro. “Esto
lo hago como un trabajo social, para mí es muy importante que la
gente se pueda superar. Estaré acá hasta que siga el “Yo sí
puedo”, asegura con su voz cálida.
Según ella, lo que
más les cuesta a sus alumnos es escuchar: “es muy importante
escuchar y observar el dibujo de las letras y también oír como
suenan”. Además, cuenta, que les dice que presten atención, si no
van hablar como escriben, cuando en realidad, ellos escriben como
hablan.
Se va acercando la
noche fría de otoño y los alumnos van entrando al aula. El primero
en llegar es Juan Perea de 63 años, tez oscura, pelo canoso y
sonrisa intrépida, es el mayor del grupo. Saluda a Alba con dos
besos, contento de asistir a otra clase. Confiesa con voz temblorosa
que hace changas y que tiene 10 hijos. Su mirada transmite una
emoción difícil de explicar.
Luego se hace
presente Liliana Ávalos, de 48 años, cabellera larga, lacia y
colorada. Asegura que es ama de casa y que tomó la decisión de
asistir a las clases por iniciativa propia. Por su parte, Catalina
Quiroga, de 47, asegura con su voz tímida: “estoy acá por mis
hijos, tengo una nena y un varón”.
El último en llegar
es José Luis Zenón, de 58, alto, canoso, zapatero, nacido en
Corrientes. Arriba con mate y pan casero para sus compañeros de
cursada. Los cuatro se sientan en las sillas azules, alrededor de la
facilitadora, sacan sus útiles y comienza la clase.
Ellos ya pasaron
previamente por la etapa de adiestramiento, que consiste en trabajar
la motricidad física, tomando en cuenta que están los analfabetos
puros y los funcionales. “El puro es aquel que nunca agarró un
lápiz en su vida, lo llamamos el iletrado puro. El funcional es el
que alguna vez en el medio del campo fue hasta segundo grado y
después lo mandaron a la cosecha, entonces quizás algo recuerde
pero no lo tiene consolidado”, afirma Mariana.
La etapa siguiente
es la del aprendizaje; consiste en asociar los números con las
letras, ya que la mayoría de los iletrados conocen los números.
Los alumnos de Alba
ya van por la clase 29 en la que aprenderán la letra “D”. La
metodología que se utiliza cuenta con un soporte audiovisual con la
maestra, cartilla y un facilitador voluntario, que es el vínculo
afectivo entre la maestra y el participante. El “Yo Si Puedo” en
Avellaneda cuenta con 120 voluntarios, que dan todo sin recibir nada
a cambio, ya que esa es la base del programa: “si tu pueblo te
permitió estudiar, debes contribuir con la educación de los demás”.
Juan, Liliana, José
Luis y Catalina disfrutan cada clase, escuchan atentamente a Alba,
sonríen a cada momento y hacen chistes. Ya van por el cuarto mes de
aprendizaje y si todo marcha como es debido, en agosto van a estar
graduándose, recibiendo sus merecidas medallas y diplomas.
Adentro el aire es
templado, afuera un viento frío y seco se escucha soplar, se van
acercando las ocho y la clase va llegando a su fin, saludan con un
beso cálido a su facilitadora y bajan las escaleras en forma de
caracol, para dar comienzo a el viaje de regreso a sus hogares donde
repasarán todo lo aprendido en la clase y se irán a dormir pensando
en su próximo encuentro en la “casa de la cultura”.
Autora:
Yasmin Gallo
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