martes, 23 de septiembre de 2014

Crónica "Yo si Puedo", Programa de alfabetizacion en Avellaneda.

                                                          “YO SI PUEDO”

Su apariencia de señora cansada no es impedimento para lograr su propósito de declarar territorio libre de analfabetismo a los diferentes barrios de nuestra ciudad, para así lograr “una Avellaneda libre de analfabetismo”.
No fue fácil implementar el Programa de Alfabetización “Yo Si Puedo” en la localidad, que apunta a que nuestros iletrados dejen de ser esclavos del silencio y se conviertan en seres libres de construir su propio destino, sólo por ellos Mariana Pellegrino jamás bajó los brazos.
Todo comenzó cuando ella era solo una niña, y su madre alfabetizadora le brindaba clases en su humilde hogar a un señor mayor, que no había tenido la posibilidad de aprender a leer y a escribir.
En una charla amena en La Casa de la Cultura, ubicada en la calle San Martin al 797, confiesa que en ese entonces, le pregunta a su madre: “¿Cómo puede ser que él, tan grande, no sepa leer ni escribir y yo sí?”. Dejando una marca en aquella niña, de cabellos dorados y ojos celestes, que jamás pudo borrar.
Pasa el tiempo, pasa la vida y Mariana comenzó a trabajar en el área de Derechos Humanos del Municipio. A partir de ahí conoce a un señor analfabeto y decide comenzar a enseñarle en su casa. A la sombra de un árbol, que luego apodo con el nombre “La Casita del Árbol”.
A partir de esta situación, el asesor nacional cubano la invita a viajar a Cuba para hacer una ponencia de su trabajo, en el encuentro Internacional de Pedagogía Paulo Freire, quien fuera uno de los más influyentes teóricos de la educación del siglo XX.
El pensamiento pedagógico de Freire fue la alfabetización crítica, también conocida como alfabetización liberadora o concientizadora, así como su propuesta para los adultos que inspiraría los principales programas de alfabetización en Brasil a comienzos de los años 60.
Paulo Freire nació el 19 de Septiembre de 1921 en Recife, Pernambuco, Brasil. Y termino sus días en su país natal, en la ciudad de Sao Paulo, el 2 de Mayo de 1997, a la edad de 75 años. En sus últimos años de vida, su apariencia era la de un anciano enternecedor, de pelo blanco, barba tupida y ojos profundos, que se escondían detrás de sus característicos lentes.
En el año 1978, Paulo Freire realizó una declaración contundente al diario El País: “La educación es siempre un quehacer político”, con el afán de concientizar sobre la importancia que posee la educación. Además aseguro: “la revolución es en sí un acto pedagógico”.
Para Mariana viajar a Cuba fue una experiencia muy enriquecedora, ya que le permitió comenzar a entender cómo es un pueblo después de una revolución.
Los antecedentes del método "Yo, sí puedo" están en el trabajo desarrollado por Leonela Relys junto a otros educadores cubanos, que realizaron una campaña de alfabetización por radio en Haití, en el año 1999. “Haití es un pueblo sumamente humilde, donde tuvimos nuestros primeros resultados", declaró Leonela.
"Yo, sí puedo" nació el 28 de Marzo del 2001, cuando el gobierno de Cuba le encomienda a Leonela la labor de crear una cartilla de alfabetización de no más de cinco páginas que combinara las letras y los números. No tardó más de un mes en realizar el encargo y en empezar a preparar la estrategia televisiva. Para el año 2002, ya se ultimaban las cartillas y los guiones de las clases televisadas. Luego en mayo de ese año se comenzaron a grabar las clases que estaban concebidas con un carácter internacionalista, en especial, latinoamericanista, y preparado para ser adaptado a diferentes realidades sociales y lenguas.
Durante su paso en Cuba, Mariana tuvo la posibilidad de cruzarse justamente con unos de los primeros facilitadores de la campaña de alfabetización en el año 2001, cuando Fidel Castro ordenó que en un año todo el que supiera leer y escribir saliera a las calles a alfabetizar.
Después de este episodio, Mariana asegura haber estado en la Facultad de Pedagogía: “cuando vos entras hay una frase de José Martí que dice “al venir a la tierra, todo hombre tiene derecho a que se le eduque, y después en pago, contribuir a la educación de los demás”.
José Martí nació en La Habana, el 28 de enero de 1853. Fue un político, republicano, democrático, pensador, escritor, periodista, filósofo y poeta de origen español, creador del Partido Revolucionario Cubano y organizador de la Guerra del 95 o también conocida como Guerra Necesaria. Unas de sus frases célebres es: “saber leer es saber andar, saber escribir es saber ascender”. Falleció el 19 de mayo de 1895 en la zona de Dos Ríos.
Eso fue, lo que llevó a Mariana, a tomar la determinación de lo que debía hacer a su vuelta. “La razón que me impulsó fue que es una inclusión real, le estamos dando a todos el mismo piso. La gente que no sabe leer y escribir está por debajo de ese suelo, independientemente de la clase social a la que nos estemos refiriendo y más allá de la pobreza”, declara.
Así fue como a su regreso visitó al intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi, presentándole el programa y contándole detalladamente su paso por Cuba. Basándose en que Avellaneda cuenta con una población de 342677 habitantes, de los cuales el 1,2% son analfabetos, y este no es un número menor.
El 27 de Julio del 2012, se firmó el convenio entre la Municipalidad y la Fundación UMMEP, siglas que significan “Un Mundo Mejor Es Posible”, para trabajar en la ciudad con el Programa de Alfabetización “Yo, Si Puedo”.
A diferencia de otros, este programa cuenta con una particularidad que Mariana me termina declarando: “el programa no los espera, los tiene que ir a buscar, eso es lo que hacemos, los vamos a buscar puerta por puerta”.
Los primeros 20 alumnos se graduaron el día 7 de Junio del 2013, a las 18:30 en el salón municipal de actos Eva Perón, ubicado en Avenida Güemes 835 1° piso. Contó con la presencia del intendente Jorge Ferraresi, el coordinador cubano Raúl Troya, y la responsable del programa en Avellaneda, Mariana Pellegrino.
En la entrega de diplomas y medallas, Ferraresi apuntó a que la “alfabetización es un derecho humano, es el primer escalón para el aprendizaje. Sin embargo, la persistencia del analfabetismo expresa una de las mayores deudas que la sociedad afronta”. Y finalizó: “este es sólo el comienzo, ahora hay que seguir y no olvidar que nosotros como Estado solo estamos devolviendo esos derechos que alguna vez les fueron quitados. Aférrense a ello, para que nunca más se los quiten”.
Mariana, por su parte, se mostró visiblemente emocionada no solo por el orgullo de los primeros alumnos graduados, sino también por las primeras facilitadoras, que en forma voluntaria dejan sus tareas a fin de realizar un bien común. Enseñarle a leer y escribir a aquellos ciudadanos excluidos de la sociedad.
Alba Manon Rodríguez Pereira de 52 años, cabello rojizo, abultado, uñas largas del color de la sangre, perfume suave y sonrisa dulce, no es la excepción. Hace un año que colabora como facilitadora en La Casa de la Cultura de Avellaneda. La clase comienza a las 18:00, pero 17:30 ella se hace presente, después de un viaje desde Almagro donde vive y trabaja como encargada de un edificio.
En una charla relajada y privada, en el salón donde se dictan las clases, paredes blancas, sillas azules y ventas cerradas, confiesa que se desempeña como facilitadora porque le gusta enseñar y ayudar al otro. “Esto lo hago como un trabajo social, para mí es muy importante que la gente se pueda superar. Estaré acá hasta que siga el “Yo sí puedo”, asegura con su voz cálida.
Según ella, lo que más les cuesta a sus alumnos es escuchar: “es muy importante escuchar y observar el dibujo de las letras y también oír como suenan”. Además, cuenta, que les dice que presten atención, si no van hablar como escriben, cuando en realidad, ellos escriben como hablan.
Se va acercando la noche fría de otoño y los alumnos van entrando al aula. El primero en llegar es Juan Perea de 63 años, tez oscura, pelo canoso y sonrisa intrépida, es el mayor del grupo. Saluda a Alba con dos besos, contento de asistir a otra clase. Confiesa con voz temblorosa que hace changas y que tiene 10 hijos. Su mirada transmite una emoción difícil de explicar.
Luego se hace presente Liliana Ávalos, de 48 años, cabellera larga, lacia y colorada. Asegura que es ama de casa y que tomó la decisión de asistir a las clases por iniciativa propia. Por su parte, Catalina Quiroga, de 47, asegura con su voz tímida: “estoy acá por mis hijos, tengo una nena y un varón”.
El último en llegar es José Luis Zenón, de 58, alto, canoso, zapatero, nacido en Corrientes. Arriba con mate y pan casero para sus compañeros de cursada. Los cuatro se sientan en las sillas azules, alrededor de la facilitadora, sacan sus útiles y comienza la clase.
Ellos ya pasaron previamente por la etapa de adiestramiento, que consiste en trabajar la motricidad física, tomando en cuenta que están los analfabetos puros y los funcionales. “El puro es aquel que nunca agarró un lápiz en su vida, lo llamamos el iletrado puro. El funcional es el que alguna vez en el medio del campo fue hasta segundo grado y después lo mandaron a la cosecha, entonces quizás algo recuerde pero no lo tiene consolidado”, afirma Mariana.
La etapa siguiente es la del aprendizaje; consiste en asociar los números con las letras, ya que la mayoría de los iletrados conocen los números.
Los alumnos de Alba ya van por la clase 29 en la que aprenderán la letra “D”. La metodología que se utiliza cuenta con un soporte audiovisual con la maestra, cartilla y un facilitador voluntario, que es el vínculo afectivo entre la maestra y el participante. El “Yo Si Puedo” en Avellaneda cuenta con 120 voluntarios, que dan todo sin recibir nada a cambio, ya que esa es la base del programa: “si tu pueblo te permitió estudiar, debes contribuir con la educación de los demás”.
Juan, Liliana, José Luis y Catalina disfrutan cada clase, escuchan atentamente a Alba, sonríen a cada momento y hacen chistes. Ya van por el cuarto mes de aprendizaje y si todo marcha como es debido, en agosto van a estar graduándose, recibiendo sus merecidas medallas y diplomas.
Adentro el aire es templado, afuera un viento frío y seco se escucha soplar, se van acercando las ocho y la clase va llegando a su fin, saludan con un beso cálido a su facilitadora y bajan las escaleras en forma de caracol, para dar comienzo a el viaje de regreso a sus hogares donde repasarán todo lo aprendido en la clase y se irán a dormir pensando en su próximo encuentro en la “casa de la cultura”.

Autora: Yasmin Gallo



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